sábado, 22 de noviembre de 2014

¿Cómo se ama a una mujer? ..

Amar a una mujer no es solo Decirle "Te Quiero" " Te Amo" "Eres Especial". Amar a una mujer es comprenderla en sus momentos de angustias, Escuchar sus problemas, Reír de sus alegrías y llorar con sus tristezas, Amar a una mujer es también respetar su silencio, brindándole la soledad cuando la necesita, es entender que no hay mejores momentos en su vida que se comparen con la paz de su interior.

Es verdad que las mujeres de cierto modo son complicadas, pero se hacen mas complicadas aun cuando tratas de que vivan tu vida y a tu manera.. El peor error del ser humano como hombre es tratar de cambiar a una mujer para su propio beneficio..
Nunca confundas el amor con autoridad, porque el hecho que alguien te ame, no te da la autoridad para decirle como debe vivir.. Las opiniones son mejores cuando das alternativas para escoger, Y sobre todas las cosas, se Sabio a la hora de tomar tus decisiones. No dejes que tu vida y felicidad con esa persona se valla por entre tus dedos, y después lamentarte por qué no te sentaste a escuchar cuando era necesario.. Demuestra el valor que hay dentro de su corazón y no solo lo que tus ojos puedan ver.. Lo importante de una persona es lo que puede ofrecerte por toda una vida y no lo que el tiempo se encargue de cambiar con el pasar de los años. Respira a su lado pero no respires su aire..
Tomale la mano para que se sienta segura, pero no le aprietes muy fuerte que puedas lastimar la.. Ve profundo en sus ojos y di le con ello lo mucho que la quieres, Para que así pueda comprender que si hubiese un momento o lugar maravilloso en este mundo no se compararía en nada a el estar a su lado...

Cuentan que una princesa estaba buscando esposo. Adinerados y aristócratas de todo el mundo habían llegado para ofrecerle maravillosos regalos para conquistarla. Pero ella se fijó en un joven plebeyo que no tenía riquezas para ofrecérselas pero si su profundo y sincero amor. Cuando pudo hablarle, el joven le dijo: "Princesa, yo te he amado toda mi vida, pero como soy un pobre, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puesto. Esta es mi dote, ese es mi regalo."

La princesa conmovida por tal demostración de amor, aceptó y le dijo: "tendrás tu oportunidad; si pasas la prueba, me casaré contigo".

Así pasaron los días. El joven enamorado permaneció fiel a su promesa, soportando vientos, nieve, lluvias, heladas. Con la vista firme en el balcón de su amada, el valiente muchacho siguió firme en su empeño, sin desfallecer ni un solo momento. De vez en cuando, la princesa salía a su balcón y con una sonrisa aprobaba el sacrificio de amor.

Todo iba a las mil maravillas; ya los habitantes del reino se aprestaban a festejar el matrimonio de la princesa con el valiente plebeyo; pero al llegar el día noventa y nueve, el joven se levantó de donde estaba y sin decir palabra se marchó, ante la sorpresa de todos.


Unos días después, mientras caminaba por un solitario camino, un niño de la comarca se le acercó y le preguntó:

¿Por qué perdiste la oportunidad? ¿Por qué te rendiste?

Con lágrimas en los ojos el plebeyo contestó en voz baja:

"Ella no me ahorró ni un día de sufrimiento; ni siquiera una hora, ni un minuto....por ello no merecía mi amor. No tuvo compasión de mí, por lo tanto allí no puede existir el amor".

Que a partir de esta Navidad, y por el resto de días y navidades que tengamos en nuestras vidas, podamos ver a nuestro derredor las tantas personas que sufren y se afanan por vivir y solidarizarnos con ellas; que podamos abrir el corazón y nuestra alma para derramar nuestro amor sobre ellas. Decidamos queridas amigas mías dar lo mejor de nosotros a quienes nos necesitan; decidamos compartir lo que somos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo poco o mucho que tengamos, nuestras aspiraciones, nuestras ideas, nuestros sueños; abramos nuestro corazón de par en par y desnudemos nuestra alma regando nuestro amor, nuestra solidaridad, nuestra empatía hasta el último rincón.

Ahorremos el dolor de nuestras hermanas, no seamos como la vanidosa princesa de la narración. No esperemos a que cuando estemos en presencia de Dios, alguien nos acuse y nos diga: "El (ella) no merece tu amor, porque en vida no me ahorró ni un día de sufrimiento; ni siquiera una hora, ni un minuto....No tuvo compasión de mí, por lo tanto allí no puede existir el amor".

Que el amor de Cristo entre en nuestras vidas para siempre y nos enseñe a amar, a amar y a servir a las demás con sincero amor y profunda solidaridad. Le pido a Dios que así sea.


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