sábado, 22 de noviembre de 2014

Reflexión al dolor de un hijo fallecido

Cuentan que había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano: su hijo había muerto.

Desde su muerte y durante años, no podía dormir. Lloraba y lloraba hasta que amanecía.

Un día, cuenta el cuento, se le aparece un ángel en su sueño, que le dice:

¡Basta ya de llorar! “Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más”-Le respondió el hombre.

El ángel le dice: -¿Quieres verlo?

Y al confirmarle que sí, lo toma de la mano y lo sube al cielo. -Ahora lo vas a ver, quédate acá.
A una orden suya, por una enorme acera empiezan a pasar un montón de niños vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los angelitos.

El hombre dice: -¿Quiénes son?

Y el ángel le responde: son los niños que han muerto en estos años, y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros. ¿Mi hijo está entre ellos? -Preguntó el hombre.

Sí, ahora lo vas a ver - le contestó, mientras pasaban cientos y cientos de niños.

Ahí viene- avisa el ángel, y el hombre lo ve, radiante como lo recordaba. Pero de pronto, algo lo conmueve: entre todos, es el único chico que tiene la vela apagada. Siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo. En ese momento, el chico lo ve, viene corriendo y se abraza a él.

El lo abraza con fuerza, y le dice: -Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz? ¿por qué no encienden tu vela como a los demás? Y su hijo le responde:

-Papá, sí encienden mi vela cada mañana, igual que la de todos nosotros, pero, ¿sabes qué pasa? cada noche tus lágrimas apagan la mía.







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