viernes, 19 de diciembre de 2014

La Tortuga y la Liebre

Una tortuga y una liebre, siempre discutían sobre quién era más rápida. Para terminar con la discusión, decidieron hacer una carrera. 

Eligieron una ruta y comenzaron a correr. La liebre salió a toda velocidad y corrió enérgicamente durante un buen rato. Luego, al ver que  había sacado muchísima ventaja, decidió sentarse debajo de un árbol para descansar unos momentos, recuperar fuerzas y luego continuar su marcha, pero se quedó dormida. La tortuga, que andaba con paso lento pero constante, la alcanzó, la superó y terminó siendo la ganadora indiscutible de la carrera. 

Moraleja: "Los lentos, pero constantes y perseverantes, también ganan la carrera" 

La historia no termina aquí... 

La liebre, decepcionada por haber perdido, hizo un examen de conciencia y reconoció su grave error al subestimar a la tortuga. Se dio cuenta de que por presumida y descuidada había perdido la carrera. Si no hubiese subestimado a su oponente, nunca la hubiera podido vencer. Entonces, desafió a la tortuga a una nueva competencia. Esta vez, la liebre corrió sin descanso desde el principio hasta el fin y su triunfo fue contundente. 

Moraleja: "Los rápidos y tenaces vencen a los constantes y perseverantes" 

La historia tampoco termina aquí... 

Después de ser derrotada, la tortuga reflexionó detenidamente y llegó a la conclusión de que no había forma de ganar a la liebre en velocidad. De la manera como estaba planteada la carrera, ella siempre perdería. 

Por eso, desafió nuevamente a la liebre, pero propuso correr por una ruta distinta a la anterior. La liebre aceptó y corrió a toda velocidad, hasta que se encontró en su camino con un ancho río. La liebre no sabía nadar y mientras se preguntaba qué podía hacer, la tortuga nadó hasta la otra orilla, continuó a su paso lento pero constante y terminó la carrera en primer lugar. 

Moraleja: "Quienes identifican su ventaja competitiva (saber nadar) y cambian el entorno para aprovecharla, llegan primeros" 

Pero la historia sigue.... 

Pasó el tiempo y tanto compartieron la liebre y la tortuga que terminaron haciéndose amigas. Ambas, reconocieron que eran buenas competidoras y decidieron repetir la última carrera, pero esta vez corriendo en equipo. En la primera parte, la liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río. Allí, la tortuga atravesó el río a nado con la liebre sobre su caparazón, y  ya en la otra orilla, la liebre cargó de nuevo a la tortuga hasta llegar a la meta. 

Como alcanzaron la línea de llegada en tiempo récord, sintieron una mayor satisfacción que la que habían experimentado con sus logros individuales. 

Moraleja: "Es bueno ser individualmente brillante y tener fuertes capacidades personales. Pero, a menos que seamos capaces de trabajar con otras personas y potenciar recíprocamente las capacidades de cada uno, no seremos completamente efectivos" 

Reflexión:  
Es importante advertir que ni la liebre ni la tortuga abandonaron la carrera. 

La liebre evaluó su desempeño, reconoció sus errores y decidió poner más empeño después de su fracaso. Por su parte la tortuga, al notar que la velocidad era su mayor debilidad, decidió cambiar su estrategia y aprovechar su fortaleza como nadadora, en un nuevo recorrido. Después de varias contiendas, la tortuga y la liebre descubrieron que unidas lograban mejores resultados. 

La liebre y la tortuga, también aprendieron otra lección vital: 

Cuando dejamos de competir contra un rival y comenzamos a competir contra una situación, no solo complementamos capacidades, compensamos debilidades, potenciamos nuestros recursos, sino que también obtenemos mejores resultados. 

Todos tenemos carreras por delante, y hay muchas maneras de ganarlas. Hay muchas liebres, muchas tortugas... y muchas metas que alcanzar. 

Finalmente: "No te reúnas con un grupo fácil; no te harán crecer. Ve donde sean muy altas las exigencias y las expectativas de desempeño" 




“Vive como si tuvieras todo el tiempo del mundo, reflexiona como si fuera tu última oportunidad y ama siempre como nunca antes lo has hecho”


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