Es un dolor agudo que
pervive en tus sentimientos, en tus ideas y pensamientos. Es un estado de ánimo
que sale de tu alma y confunde tus reflexiones, tu alegría y tu soledad. Es
retroactiva su presencia; en cualquier momento o situación se apodera de ti, es
como si de repente un eclipse oscurece tu serenidad, haciéndote llorar hasta
acabar con tus lágrimas y quedar exhausto por el sufrimiento.
A veces es provocada por un
recuerdo, por alguien que has perdido y que estaba en la parte más íntima y
recóndita de tu mente, alma y corazón; por tu pasado que no volverá, tu
presente que a veces te hace vivir momentos dolorosos, insoportables, que
destruyen tus pensamientos, que te proyectaban hacia tu futuro.
Así es la vida, son
efímeros los momentos de verdadera felicidad. Es de tontos pensar que hay algo
en la vida que te de la felicidad en todo su recorrido y por el mayor tiempo
posible. Cómo vamos a ser felices por algo material que no es eterno, olvidando
o fingiendo de no ver el dolor casi perenne de nuestro prójimo.
Tal vez sea una forma de
exorcizar, de caer en situaciones adversas y dolorosas que ocurren en el
transcurso de la vida; es triste pensar en todo esto. La tristeza no se
manifiesta de igual manera para todos; depende de la propia sensibilidad, de
tus trazos psicológicos y de tu predisposición. La tristeza es la principal
antagonista de la felicidad y el único metro para medir su intensidad es ser
optimista para ver hasta dónde llega.
Colaboración de
El zuliano
Venezuela
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