Las personas
son regalos que la vida me ha dado. Ya vienen envueltas, algunas en forma muy
bella y otras de una manera menos atractiva.
Algunos han
sido maltratados en el correo; otros llegan como “Entrega Especial”; algunos
llegan envueltos, otros cerrados con gran rigidez. Pero la envoltura no es el
regalo y es importante darse cuenta de esto. Es muy fácil equivocarse en este
sentido, juzgando el contenido por el estuche.
A veces el
regalo se abre con facilidad; otras se necesita la ayuda de otras personas. Tal
vez es porque tiene miedo, quizá han sido heridas antes y no quieren ser
lastimadas de nuevo. Pudo ser que alguna vez se abrieron y luego se
descartaron. Quizá ahora se sienten más bien como “cosas” que como seres
humanos. Yo soy una persona. Como todas las demás personas
también soy un regalo. Poseo una bondad que es sólo mía. Y sin embargo, algunas
veces tengo miedo de mirar dentro de mi envoltura. Tal vez temo decepcionarme,
quizá no confío en el que llevo dentro. Pudiera ser que en realidad nunca he
aceptado el regalo que soy.
Cada
encuentro y comunicación entre personas es un intercambio de regalos. Mi regalo
soy yo, tú eres tu regalo. Somos obsequios de Dios unos para otros.
Es difícil
pensar en ocasiones que aquel que me ha lastimado es también un regalo de Dios,
pero si vemos la ofensa como una envoltura maltratada y no nos quedamos con
ella, seguramente encontraremos un hermoso regalo, pues de cada suceso Dios nos
tiene una enseñanza para crecer en su amor, en nuestra fe.
Nosotros
mismos podemos tener una envoltura tan maltratada por el tiempo y/o las
circunstancias, pero lo que llevamos dentro siempre será hermoso, pues quien lo
puso ahí es nuestro Creador, solo tendríamos que ver hacia adentro y estar
listos para darnos… descubre en tu interior todos los dones con los que el
Señor te conformó y sé el digno regalo para los que te necesitamos.

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